28 al asma. Así que aquí estaba ella, ahora casi de sesenta años de edad y todavía padeciendo el asma físicamente, desarrollado por miedo, de los eventos de su juventud. Y todo esto aunque ella había superado sus miedos hacía tiempo, y se había puesto en paz con quién ella era y quién Dios le había hecho ser. Para respirar, ella permanecía dependiente de medicamentos de inhalación para sus pulmones. Sin embargo aunque los eventos iniciales de su vida, que habían activado el problema del asma habían cambiado, la enfermedad permanecía, porque la autoridad espiritual detrás de la enfermedad había permanecido. Antes de ministrarla por sanidad, la llevé en una oración para ayudarle a perdonarse y perdonar a otros para vencer sus temores, y ordené a todo temor, que saliera de ella, y que el espíritu de temor nunca volviera en el nombre de Jesús. Tal tipo de miedo a menudo se desarrolla por una incapacidad para amarse a sí mismo. Así que la llevé en oración para pedirle a Dios que la perdonara por no amarse a si misma. En cuanto ella oró, su asma se fue. La promesa de sanidad había estado bloqueada por la falta de perdón hacia ella misma, y que había llevado durante cincuenta y un años. ¡Ahora ella era libre! Ella ya no necesitó del inhalador para superar su asma. Se había ido... ¡sanada por el Señor Jesucristo! Yo he visto pasar exactamente lo mismo muchas veces con la fibromialgia, ataques de pánico, MS y otras de tales enfermedades, después de ayudar a las personas a superar los problemas de la falta de perdón (sobre todo aquéllos por abuso sexual sufrido en su juventud). En otra conferencia, mientras estaba enseñando este mismo mensaje, una señora con fibromialgia aprendió a orar y perdonarse a ella misma y a las personas que la habían herido. Ella fue sanada esa misma noche. La enfermedad se removió de ella, y en medio de la enseñanza, ella de repente gritó ¡Dios mío he sido sanada! Se fue a casa esa noche y durmió, por primera vez en diez años, sin ningún dolor, o teniendo que llorar antes de dormir. ¡Dios es tan bueno! En otra ocasión, me pidieron que orara por un creyente que tenía una espalda muy dolorosa. Él apenas podía caminar, todavía era un hombre joven. Ya había tenido dos cirugías, y los doctores querían que él se sometiera a una tercera. Estaba aterrado. Estaba a punto de perder su casa porque ya no podía trabajar y no podía pagar la hipoteca. Su familia vivía un miedo ominoso. Yo lo ungí con aceite y estaba a punto de orar cuando el Señor me dijo que él tenía mucho sentimiento de culpa. Así que detuve la oración y le pregunté acerca de que era de lo que él se sentía culpable. Él me dijo que él nunca debería haberse operado, y estaba lleno de condenación. Así que lo llevé primero en una oración de perdón por haber confiado en los doctores en lugar del Señor, y entonces lo conduje en una oración de perdón por estar auto-condenándose. Entonces, ordené que su espada se sanara, y que todos los huesos se ordenaran en el nombre de Jesucristo. Inmediatamente, sintió una ola de calor moderado a través de su espina dorsal. Le pedí ponerse de pie y tocar sus dedos de los pies. Él estaba asombrado de poder hacerlo sin dolor en absoluto, y entonces empezó a hacer curvaturas profundas de las rodillas. ¡Su esposa y él, los dos, lloraron y lloraron por la bondad de Dios! Tenemos que entender que Dios no es el que se abstiene en concedernos nuestra sanidad. Él quiere sanarnos. Él sólo necesita que nosotros tengamos fe, y si hay cualquier obstáculo de pecado, como la falta de perdón en los ejemplos anteriores, nosotros debemos tratar con ellos antes de que las promesas de Dios puedan fluir. Pero esos obstáculos se irán cuando nosotros nos conducimos en
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