39 Capítulo Catorce Oyendo La Voz del Señor En Una Crisis En años recientes yo estaba enseñando otro seminario que me gusta mucho llamado “Cómo Caminar Por El Espíritu En Su Matrimonio.” Manejé siete horas para llegar a la casa de unos amigos muy estimados en el estado de Pennsylvania donde iba a ser el seminario. El día que yo llegué, me doblé por un dolor en mi costado derecho. Profundamente doblegado, bajé sabiendo que mi apéndice había estallado. Le pregunté al Señor qué estaba pasando. Él me dijo que no me preocupara, que él estaba cuidando de mí. Me recordó que yo le había estado pidiendo que me enseñara cómo oír Su voz en medio de una crisis. Pero yo no quise pedirle más detalles al Señor--quizás sin mayor temor pero también mayor confianza en lo que Su voz estaba diciéndome. Él me aseguró que estaba cuidando de mí, y eso era todo lo yo necesitaba (y deseaba), saber. Debido a las muchas conversaciones con Él en el pasado, he aprendido por experiencia que debería confiar en Sus palabras para mí, incluso ante un dolor extremo. Así, temblando hasta los huesos, con fiebre e incapaz de hacer algo sino arrastrarme a la cama, yo me quedé dormido todo el día hasta que el Seminario Matrimonial debía empezar, en el piso inferior. En cuanto los santos empezaron a abrir la reunión con cantos, mi fuerza volvió y pude predicar por tres horas. ¡Dios hizo un trabajo maravilloso! Atendí con oraciones de sanidad a algunos de los invitados, y Dios tocó a cada uno de formas poderosas. Me metí en la cama después de la medianoche sintiéndome muy bien. Pero estuve dormido por las próximas 18 horas, hasta que empezó la siguiente reunión. La fiebre y los fríos volvieron y permanecieron todo el tiempo. Incomprensible para mí, los santos estaban orando grandemente, y aun ahora me salen las lágrimas mientras escribo esto--Dios estaba cuidando de mí, y muchos santos en muchos lugares estaban cubriéndome en oración. El tiempo vino para la sesión de la clase de la tarde y de nuevo me fue dada gran energía sobrernaturalmente por Dios. Esa noche estuvimos aun más profundamente en el Espíritu que la primera noche. El seminario cerró, y yo regresé a la cama donde permanecí por los próximos dos días antes de sentirme lo suficientemente bien para hacer el viaje de siete horas de regreso a casa. Todo el rato en tiempos de descanso, le preguntaba al Señor qué estaba pasando y que debía hacer. Él siguió diciéndome que Él estaba teniendo buen cuidado de mi y que no me preocupara. Me puse a dormir de nuevo. Durante las próximas dos semanas después de haber llegado a la casa funcioné bastante bien, pero se sentía que yo estaba trabajando a aproximadamente tres cuartos de velocidad. Estaba trabajando en un andamiaje pintando nuestra iglesia, y preparándome para un Seminario del Espíritu Santo que estábamos dando con un hermano precioso, el Rev. Kevin Porter, en los fines de semana. Mi esposa me dijo que me miraba un poco amarillo, pero que fuera de eso, parecía bien. Para la clase del viernes por la mañana salí fuera de la cama lleno de gozo. Al hacerlo, el Señor serenamente me dijo, “Paul, hoy quiero que tu vayas al hospital.” Mi esposa y yo obedecimos, y nos dirigimos hacia fuera de la casa tranquila y ordenadamente. Nosotros íbamos en completa paz. Sabíamos que estábamos haciendo exactamente lo que el Señor quería y que Él tenía todo bajo control. Después de algunos
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