¿Como Puedo Recibir mi Sanidad de parte de Dios?

52 Capitulo Dieciocho Hijo, Tu Incredulidad Es Pecado ¿Que le dices a un hermano o hermana que está luchando en dolor y una fe débil? Nuestro deseo humano de alcanzar y confortar al enfermo es el anhelo dado por Dios a cada persona con compasión. Así que es asombroso que Jesús rara vez es registrado como teniendo simpatía con la gente afligida. En lugar de eso, a menudo les reprende por su incredulidad (con palabras tales como: ¿cuanto tiempo los debo soportar?55). Entonces El procedería a tratar con el incrédulo, y ordenar al problema que obedezca. ¿Es esto, porque El no tenía compasión, ni gentileza y amor? No, sino lo opuesto. Porque El tenía tanta compasión, trajo solución en lugar de simpatía. La solución que Jesús trajo, a menudo primero requería señalar la falta de fe o fe mal entendida. Por ejemplo, considera al hombre que acusó a los discípulos de no ser capaces de sanar a su hijo (Marcos 9:24-29). Jesús amorosamente mostró que el problema fundamental no era respecto de la habilidad espiritual de los discípulos, sino la baja expectativa (incredulidad) del padre del muchacho. Nuestra respuesta a tan amorosa reprobación debería ser como la del padre del afligido hijo ayuda a mi incredulidad! Pero, en vez de eso, nos enojamos con Dios, o nos vamos a la cama con la esperanza de que nos sentiremos mejor en la mañana, u oramos un poco y luego nos preguntamos por que Dios no nos a sanado, o hacemos un giro completo del proceso y hacemos cita con el medico, todo sin realmente habernos conectado con Dios en el lugar secreto para escuchar Su consejo para el 55 Mateo 14: 30-31; 17:17-20; Marcos 6:6; 9:19-24; 16:14; Lucas 9:41. problema. Este es el lugar de la incredulidad, disfrazado con una oración de una vía. El, contestará (Jeremías 33:3) si te mantienes firme y escuchas con tu espíritu (Juan 7:36-38). Aprendí esta lección acerca de mi propia incredulidad de la forma dura, mientras estaba enseñando en una iglesia en Canadá. Había completado un seminario durante el curso de fin de semana, y el domingo en la mañana me desperté para alistarme para enseñar en el servicio de esa hora. Pero tenía un problema. Me sentía horrible! Con dolor de cabeza, debilidad y nauseas. Sería feliz sino tuviera que enseñar esa mañana. Pero no tenía opción. La gente todavía estaba emocionada por las enseñanzas y Milagros que el Señor había echo en el seminario. Y habiendo enseñado extensamente acerca de sanidad todo el fin de semana, ¿podría ahora estar tan enfermo como para cancelar el tener que enseñar durante el servicio? Estaba en un gran problema y lo sabía. Traté de sostenerme mientras nos dirigíamos con el pastor hacia su iglesia. El no tenía preocupaciones y conversamos durante el camino. Todavía me sentía miserable. Al comenzar el tiempo de alabanza y adoración del servicio, estaba peor. Sentí deseos de vomitar. Como pude, me salí de la banca y me dirigí al baño, el cual estaba conectado con el estudio del pastor. Vomité y como pude, regresé a la banca para sentarme. Ahora, ya no le pedía al señor que me liberara de tener que enseñar; estaba en el punto de demandárselo. Vaya fe, ¿Verdad? Al momento que me senté, el señor dulcemente me dijo cinco palabras: Paul, tu incredulidad es pecado. Inmediatamente me sentí convicto, y le pedí al Señor que perdonara mi incredulidad por estar enfermo. ¡Y así de inmediato, fui sanado y me sentí muy bien! Poco después, fui presentado y comencé a enseñar. Fue una enseñanza muy

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